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martes, 24 de abril de 2007

CIENCIA – Alzheimer (1º parte)

DESTRUCCIÓN CONJUNTA Sus manos temblorosas se desplazaban sobre la mesa tratando de tomar con sus dedos las flores sobre el mantel. Sus intentos resultaban imposibles, su tenacidad y persistencia no detenían los movimientos incesantes, irregulares y pausados. Pero resultaba imposible, ya que las flores estaban dibujadas. La vista fija sobre su objetivo lo mantenía aislado del entorno. Con su gesto duro por la lucha emprendida no dejaba de perseguir su meta. Al mismo tiempo, la pacífica expresión de su rostro detonaba lo contrario a la realidad que acosaba a su ser. En la habitación, con sus pasados años sobre sus espaldas, en medio de paredes de tonos suaves y cuadros viejos, el hombre sentado en una silla de madera de estilo antiguo dejaba en el paso de los minutos los frustrados intentos por tomar las flores. No se trataba de vagos caprichos ni de un pasatiempo cualquiera, simplemente era su mundo, el que se encontraba en esos momentos y de su simple presente. Por momentos, mientras movía sus manos, algunas palabras salían con fastidio por no querer responder, o quizás, no estar en condiciones de hacerlo. Su hija le preguntaba alguna que otra cosa, buscando una respuesta que oriente a la capacidad que le restaba y al convencimiento de saber en verdad cómo se encontraba. En forma reiterativa continuaba intentando captar las flores del mantel, de la misma manera que las respuestas diferentes se daban en base a las mismas preguntas. No se trata de un juego de palabras, tampoco una forma diferente de comunicación intencional de volver loco al otro. Simplemente estamos en presencia de una amorfa conversación entre seres humanos que no llegan a entenderse por momentos y que lo comprenden todo a ratos. Pasajeros reflejos de lucidez que se glutinan en una sonrisa y alguna pregunta familiar descolgada del momento y de toda conversación. La conformidad de la respuesta de su hija y la alegría de notar que él pudo preguntar algo. A los minutos, la misma pregunta. Una y otra vez, como si nunca lo hubiese preguntado. Fallas nocivas de memoria, falta creciente de concordancia entre los hechos y las circunstancias presentes. Carencia casi total de aspectos cognitivos y un interrogante fatal, ¿Cómo sigue esto? La mirada perdida del hombre y los ojos tristes de su hija se congelan por momentos en un tiempo de espera. Una espera que no tiene límites ni sorpresas, ya es tarde, la enfermedad está presente y los acontecimientos saltan a la vista, la descripción realizada por un médico psiquiatra es perfecta, no es otra cosa que una demencia. El apuro científico se debe a que el mundo desarrollado está preocupado por las consecuencias del “Baby Boomer”, como se llama a la generación que nació después de la Segunda Guerra Mundial que gozará de vivir más años que sus progenitores. Así, habrá más gente con chances de sufrir Alzheimer y crecerán los costos para los sistemas de salud. Atento lo informado hace poco a un diario de nuestra Capital, Lennart Mucke, director del Instituto Gladstone de Enfermedad Neurológica de la Universidad de California, en San Francisco, hoy se gastan mil millones de dólares por año para tratar a los 4,5 millones de pacientes con Alzheimer que hay en los Estados Unidos. Se predijo que para el año 2050 la cantidad de enfermos podría triplicarse. En Argentina, se estima que hay 400.000 personas viviendo con Alzheimer. Los pacientes se tratan hoy con medicamentos (como los inhibidores de la colinestarasa y la memantina) con los que se intenta conservar la función de la memoria o controlar síntomas. También se trabaja con estimulación cognitiva para que el paciente pueda organizar su vida cotidiana y con el apoyo psicológico para los familiares. En los laboratorios científicos, se está apuntando a entender las causas y a ver los efectos de los 32 productos que están probándose. Si bien hace 100 años que la enfermedad se descubrió, recién ahora se empieza a entenderla. Hoy día se tiene conocimiento que la enfermedad tiene varias causas que interactúan. La hipótesis que más prevalece es que ciertas proteínas amiloides se van acumulando en placas en regiones del cerebro que están relacionadas con la memoria y el aprendizaje. El cerebro no podría remover niveles altos de placas y así falla. Ese ensayo con los 32 productos apunta que algunos de ellos podrían ser útiles para frenar la producción de las placas de amiloides. También se estudia si los antioxidantes, como la vitamina E y el Gingko Biloba, los estrógenos y un antagonista de receptores celulares podrían proteger a las neuronas para mantenerlas fuertes. Claro que ningún fármaco será efectivo si los familiares no acompañan. “Una familia que sabe contener hace que la buena calidad de vida del paciente se extienda”, dijo Fernando Taragno, psiquiatra e investigador del Instituto Universitario del CEMIC. “A través de una comunicación sincera con los médicos, la familia tiene que aprender sobre la enfermedad y sus síntomas y aceptar que los pacientes no se mantienen inquietos o con olvidos a propósito. Tienen que anticiparse a cómo cambiará la vida cotidiana con el deterioro del paciente. Así los mismos familiares bajan las chances de sufrir depresiones e infartos”. Sin dudas que de eso se trata también. Observando a ese hombre y su hija se podía evidenciar que el desgaste de la persona sana es tremendo. La constante visión de tener de frente a un familiar que por momentos no recuerda. Por momentos no sabe dónde está ni quién está a su lado. La reiterada búsqueda de algo que no existe, la imaginación sobre hechos a modo de alucinaciones que se presentan en medio de cualquier diálogo corto que se pueda llegar a interponer entre la enfermedad y la realidad. Una realidad que termina desde el momento de no recordar casi nada. Una enfermedad que tiene como base la demencia progresiva que tiene el déficit de memoria como de sus síntomas más tempranos y pronunciados. Faltante de memoria que se vuelve asesina para los seres queridos que no pueden llegar a comprender con claridad cómo es posible que el abuelo no sepa quienes somos, dónde estamos, mientras trata de tomar las flores del mantel. De la misma forma que se puede comportar un animalito que persigue una mosca, de la misma forma que se puede imaginar la presencia de elementos en la habitación, de la misma manera se transforma una persona sin saber lo que ocurre en realidad. En los primeros tiempos, entiende, al menos escucha el consejo de visitar a un médico, realizar estudios y compartir con seres queridos la inquietud de lo que se está atravesando, pero en la medida que los síntomas se acrecientan, todo parece pasar a un segundo plano sin existir un plano primario. Todo es duda, nada es concreto más allá que la misma enfermedad. Una enfermedad que devora la memoria. Pasado un rato, ya las flores del mantel no lo molestan. Tampoco ve las cosas que se presentaban en la habitación. Una nueva cuestión aparece, la de tener que irse a dormir. No era hora y faltaba cenar. Pero vestido como estaba se acostó. Entonces su hija le ofreció jugar con las cartas. Se levantó con ánimo con la conducta de un niño de 10 años. Se puso a jugar a su manera, y en medio de las explicaciones de su hija, que bien le hacen a él para la parte cognitiva, el abuelo hacía sus trampas y se reía. Era feliz en ese momento, envuelto en su mundo, ese mismo mundo que jamás hubiese imaginado porque no es conciente, ese mundo nuevo que debe enfrentarse el familiar entrando a un desconocido laberinto de cuestiones y vaivenes que no dejan de desesperar, no dejan de pegar muy adentro. La enfermedad de Alzheimer es una de las más populares en los mayores de 65 años. Es una Demencia, Síndrome mental orgánico que se caracteriza por un deterioro de la memoria a corto y largo plazo, asociado a trastornos del pensamiento abstracto, juicio, funciones corticales superiores y modificaciones de la personalidad. Atenta sobre la función Cognitiva, que es la habilidad de percibir, pensar y aprender, funciones fundamentales del cerebro intacto. Una función cognitiva pobre imposibilita la capacidad de una persona para llevar a cabo las acciones simples de la vida. No se debe confundir el envejecimiento normal con el deterioro cognitivo de la demencia.De lo expuesto, solamente queda pensar en el dolor de los familiares, en la impotencia y en los cambios que se pueden presentar un determinado día en la mente del ser humano, sin quedar otra opción que padecerlo, tanto para el paciente como para los familiares, quienes en forma conjunta también se van destruyendo, aunque es sabido que el paciente no es conciente de nada. Carlos Pianesi.

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